jueves, 13 de marzo de 2014

Intermedio.

Mirando el reloj no se me pasan nunca las horas y aprovecho para resucitar fantasmas. Curiosamente, el antiguo blog Mirando el Reloj duró lo mismo que el netbook que acababa de recibir cuando lo empecé, cuando empecé toda esa aventura que me llevó a través de las experiencias de crear de más de diez blogs, conocer a mil maravillosos artistas de todo tipo, empezar mi (muy numeroso) conjunto internacional de amigos y conocidos, y decidir que escribir tenía que formar una parte importante de mi vida, o de lo contrario moriría de abatimiento.

Bien, veo que la tradición de escribir frases de casi cien palabras sigue tan fresca como el primer día. ¿Qué hay de mí? Fresca no sé, en 2009, hace casi cinco años, exudaba frescura (¿alguien se acuerda de Freshness Factor Five Thousand?). Ahora soy alguien muy diferente, pero mientras la gente me siga llamando loca no me parece que deba temer perderme a mí misma. Mientras tanto, fuera de mi cabeza, todo ha cambiado, absolutamente todo.

Empezando por mi dulce jeta, que de horrenda adolescente en plena metamorfosis ha pasado a horrenda universitaria con aspecto de yonki asesina a sueldo. Pasemos a otros temas.

Me mudé de Melilla. Y ahora también de Logroño... en parte; ayer realicé el viaje más acojonante de mi vida hasta ahora. El balance sale en cinco horas sobre ruedas, cuatro sobre raíles, dos a 34.000 pies de altura, cuatro de total y absoluta incertidumbre y una última hora dedicada exclusivamente a defecar metafóricamente sobre los ancestros de los diseñadores de los metros de Madrid y Londres.

Ayer, apenas era una chiquilla de dieciocho años y medio atravesando dos países por su cuenta rumbo a lo desconocido. Hoy, soy au pair.

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